Desde dónde yo me encuentro me queda retiradillo, pero con la cocina vamos a traer un poquito de allí en compañía de la novela «Tres abuelas y un cocinero muerto».
Nos encontramos en la cafetería Fazer, allí se hallan el embajador, Siiri, Anna-Liisa, Margit Partanen y su esposo. Es el lugar perfecto que han encontrado para ponerse al día en los asuntos que rondan El Bosque del Crepúsculo, y ya de paso darse un homenaje con una merienda.
Pidieron varias cosas sin importarles el precio, algunos bagels, café, varios trozos de tarta entre los que se encuentra un trozo de pastel tosca. Todo está delicioso incluso llegan a preguntarse si aquello no tendrá alguna clase de droga de lo adictivo que resulta. Todo transcurre serenamente; es lo que tiene llegar a cierta edad, el tiempo se hace más lento y cualquier acontecimiento es un buen tema de conversación. El asunto del interrogatorio de Siiri no deja indiferente a nadie, sobre todo al embajador el cual también aprovecha la ocasión para piropear a Siiri, y es que nunca se tiene demasiada edad para los alagos, aunque sea para una mujer de noventa y cuatro años.
Y así, con esa imagen de dicha merienda nos vamos a recrear ese pastel tosca que tan feliz hace a Eino, el marido de Margit, y que deja todo salpicado de almendras. La elección es perfecta para tomar con café en las horas de la merienda, y con esa cantidad de frutos secos caramelizados también nos recarga de energía hasta la noche.
Una respuesta a “Dulce sueco.”