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QUERER Y DESEAR.

La fina línea entre desear y querer.
¿Qué es lo que más tendemos hacer? ¿Deseamos primero y como consecuencia terminamos queriendo? O, por el contrario, ¿queremos y luego nos damos cuenta que
lo estábamos deseando?

Cuando deseamos algo, sea lo que fuere, surge dentro de nosotr@s, una fuerza que se instala sin previo aviso, que en muchas ocasiones nos taladra la cabeza constantemente como si fuera nuestro único pensamiento. Se hace mucho más persistente el hecho de que lo que deseamos sea factible, dado que desear inmensidades hace saltar un poco nuestros interruptores de…baja a la tierra, y nos deja esos deseos vagando en una nube, y tal cual, se van moviendo sin rumbo con la suave brisa que provoca nuestra imaginación.
Pero esos deseos que sabes que puedes conseguir, que algunos puedes incluso llegar a tocarlos con la punta de los dedos. Esos son machacones, esos son los que se hacen con el control de tu cabeza y no consienten ser sustituidos, ya que el mero hecho de saber que son alcanzables te pone en modo soldado- aventurer@, para lograr lo que solo rozas con los dedos. ¿Pero, acaso esto será bueno? ¿Bueno para nuestra salud, nuestra salud mental? Porque el agotamiento físico sabemos cómo quitarlo, pero y el que cansa sin movernos, ¿ese cómo lo paliamos?

También tenemos el querer, este tiene como más peso, pero no siempre nos viene el pack completo. Deseamos algo y luego lo queremos, pero en ocasiones el querer es la consecuencia de algo repetitivo que a base de ser presente terminas cogiendo cariño incluso queriendo. Es lineal, más estable que el desear, también muy placentero, te hace saltarte la parte de la ansiedad y la impaciencia que produce el desear, aunque eso supone también quitar la pimienta que eso le otorga.

Y, ahora bien, ¿qué eres más, soldado-aventurer@, o prefieres quitar la pimienta que eso da?

¿Acaso podemos desear sin querer, o querer sin desear? 

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Una semilla.

Reina el silencio, en la oscuridad de la noche. No es un silencio cualquiera, es un silencio impuesto ante unas circunstancias complicadas de doblegar. El silencio de la noche suele ser una caricia, más no cuando es impuesto, cuando detrás hay unos motivos y no son solo placentera quietud.

Normas a seguir si queremos volver a ese mimo nocturno que nos trae las altas horas. Un día más, o más bien un día menos para que empecemos
a ver los resultados de las semillas plantadas. Todo resurgir necesita altas dosis de paciencia. Los acontecimientos que tanto anhelamos llevan su propia medida de tiempo que en nada corresponde al que conocemos. De poco sirve querer avanzarlos, pues tan solo podremos conseguir llenarnos de impaciencia burbujeante difícil de controlar.


De nuevo calma, fuerza y confianza. Desterrar el Ego que aprovecha cualquier instante para colarse de cualquier manera posible. Batalla incesante que no duerme y en consecuencia, no te deja dormir. Más, merece la pena la lucha cuando sabes, que a pesar de no parecer bonito, tu interior siente que vas por el camino correcto. Y esta vez si que le harás caso. Ahora escuchas y sigues el camino que sientes, esta vez todo es diferente.

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Exigencias.

¿Cuándo vamos cumpliendo años, nos volvemos más exigentes?

¿O es cuando maduramos? Pero, Hay personas que cumplen años, y son pasivas y otras que son maduras pero conformistas. Entonces, ¿Qué hace desencadenar el volvernos exigentes? No el tipo de exigencias que podemos tener de niños o de adolescentes, no las exigencias de lo quiero y lo quiero ya. Mas bien exigencias con el mundo, nuestro mundo.

Exigencias, con la vida, con el sexo, con el amor propio, con las compañías, con lo que quieres a tu lado, con la comida, exigente con lo que no quieres y con lo que sí, con lo que suma a tu vida y lo que no.

Creo que hay que romperse para comenzar la reconstrucción con lo que queremos y lo que no. Los fracasos son bocetos de nuestra vida, es verdad que tenemos bocetos que creemos que ya casi están terminados, o más bien queremos que así sea, porque cuesta mucho construir, pero un día o bien a golpes o por revelación llega el momento de la destrucción, una destrucción que se acontece porque nuestra obra tiene fallos, errores con los cuales no se debe vivir, y la vida, como buena maestra, nos borra el trabajo realizado, aunque no siempre de buenas formas, y es aquí cuando viene seguida la reconstrucción, pero esta vez poniendo más cuidado que la vez anterior

, de eso trata la vida, ensayo y error, hasta que nos quede perfecto, como un traje echo a medida tan solo para nosotr@s.

Basta de sentirnos culpables por ser exigentes con nuestra propia vida, pero hay que ser exigentes con medida, de esas exigencias que parecen que no lo son, que no le damos importancia, aunque en realidad son icebergs en nuestro océano. Controlemos el Ego que solo es falta de amor y confianza a la persona que mas tenemos que querer, …nosotr@s mism@s.

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Amarse con los ojos abiertos.

Qué gran título para un fantástico libro de Jorge Bucay y Silvia Salinas. Un libro que para mí es de esos que tienes en la mesita de noche, y que tienes para consultar siempre que te creas confundid@.

A mi este libro me encontró, me estuvo esperando largo tiempo hasta que llegara el día indicado en que yo lo viera. Lo sé, suena muy raro que un libro te busque y te espere a que tu logres un día en concreto, encontrarlo. Y es que no creo en las casualidades, ya hace mucho que aprendí a que las cosas pasan cuando tienen que pasar y nada de lo que nos sucede es azar. Y este libro se me presentó justo en una etapa de mi vida muy importante.

Sincronía, así lo define el libro …..sincronización de los hechos. » Solo cuando el alumno está preparado aparece el maestro»

Y ahora después de terminarlo y llenar sus páginas de marcadores, se va de mi lado. Ya cumplió su misión en mi, y fue la de darme otro punto de vista a todo lo que nos es enseñado a través de los años. Ahora seré yo quien lo busque en las librerías para tenerlo como libro de «vuelta al camino». Porque hay cosas, enseñanzas tan fuertes, que nos han machacado tantos años, que cuesta eliminarlas, cambiarlas por algo totalmente distinto. Y resulta necesario, al menos en mí caso, el poder volver a releer esas innumerables líneas marcadas, para volver a reconducir lo que ya leíste la primera vez.

El enfocarse en uno mismo cuando algo no nos gusta del otro, analizarnos si prejuicios y siendo sinceros con nosotros mismos, nos abre una puerta, con infinidad de respuestas. Ante todo, nos enseña a trabajar el desapego, esa fantástica palabra que hace unos meses resonaba en mi cabeza como si fueran campanadas, y yo me negaba a oír, pero que una y otra vez se hacía presente cada vez con más frecuencia hasta que no me quedó más remedio que escuchar.

No fue fácil, desprogramarse una misma y sin embargo la única manera de hacerlo era esta. Solo uno mismo puede hacerlo, por más ganas que las personas que te quieren quisieran hacerlo por ti, no se puede. El cambio se produce desde dentro y a ese punto solo puede llegar uno mismo.

Y merece la pena, ya lo creo, recuperas las riendas de tu vida. Pero ojo, no solo por conseguir llegar quiere decir que ya no tienes que trabajar más en ello. El trabajo será constante, la vida es un aprendizaje continuo, pero una vez llegas la primera vez ya solo queda mantenerlo, y eso ya no es una cuesta arriba, es más bien un mantenimiento propio el cual te da una satisfacción enorme verte desde ese punto. Ayudarte a entenderte, a quererte, hace que por una acción recíproca quieras y entiendas mejor a los demás.» ……Enamorarse es amar las coincidencias, y amar, enamorarse de las diferencias….«

Desde una mente libre de prejuicios y reproches, donde aprendes que el desapego no significa querer menos, sino querer más. Donde la libertad empieza por la que nos damos a nosotros mismos, no la que creemos que nos quitan.

«…….Amarse con los ojos cerrados es amarte ciegamente. Amarte mirándote de frente sería una locura…. Yo quisiera que me amaran con locura…..»

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De tu mano.

Cuéntame que es lo que pasa por tu cabeza, esa sinfonía incesante de sentimientos y sensaciones que se agolpan y solapan unas a otras.

Dime que piensas cuando me miras, pues tus ojos son como mirar a un infinito lleno de sentimientos, donde el color del agua es testigo de todo, pues es reflejo de lo que en ella se mira. Si el universo se pudiera comprimir, estaría allí, galaxias, planetas, vida… todo en ellos.

Fotos, instantáneas de todo lo que no se puede fotografiar, pero que se graban en el alma donde nunca se borrará.

Traspasas toda frontera establecida, fronteras no escritas más presentes siempre. Descubrimiento constante, descubrimiento mutuo. Emociones compartidas en un mundo aún no preparado para ello, más todo llega y se va cuando llega la hora.

Nada es eterno, pero el alma se va llenando silenciosamente con gotas incesantes de un plan divino que en algún momento se estableció, aunque la mente no recuerde. Solo eso perdurará por siempre.

Así es la vida, nuestro viaje pasajero, sin fronteras, sin distancias, sin equipaje, más no significa que no lo llevemos, tenemos una mochila que llenar, pero no con cosas materiales que pesan y nos hunden evitándonos avanzar, cargarnos de todo eso que no pesa, y que, por el contrario, cuanto más te llenas más liviano te haces.

Dejar que todo fluya tal cual viene, disfrutar de los momentos sin hacer planes para mañana. El mañana es futuro, no sabemos qué nos deparará, el ayer dejó de ser, pero hoy, es nuestro presente, disfrutemos de lo que nos traiga y almacenemos cada instante único, exclusivo sólo de este día, dejemos de analizar, y tan solo vivamos.

Cuando sobran las palabras, cuando se hace el silencio, cuando escuchas con el alma, cuando sueltas el apego, cuando no buscas nada, cuando llegan los momentos, cuando vuelas sin alas, cuando grita tu corazón y ya no hay eco, eso, es vivir el momento.

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Eso era lo que faltaba.

Ahora comprendí, el porqué. Leyéndoles saltó a mi pantalla imágenes de un lugar que la primera vez que la pisé, entró sin previo aviso directo a mi corazón, más algo que no conseguía identificar resonaba dentro de mí, hasta tal extremo de no permitirme llenarme de la esencia del lugar. Algo echaba en falta, como esa sensación cuando emprendes un viaje y al salir de casa se instala en tu cabeza la idea de que algo olvidaste, pero por más vueltas que le das no consigues acordarte de nada, ese presentimiento me acompañó en muchos viajes. Me resultaba absurdo, parecía que todo era correcto, quería que todo lo fuera, creía que todo estaba en su sitio, pero, ¿Por qué no me sentía tan plena, tan llena? algo en mi interior resonaba con palabras mudas, pero fuertes como reproducidas en altavoz.

Conseguía a ratos engañarme a mí misma que eran sensaciones absurdas y en pequeños retazos del día lo lograba, el resto resultaba imposible engañar a esa consciencia interior que es quien nos guía a lo largo de nuestro camino, pero que cuando no se ajusta a lo que creemos que queremos, intentamos taparla, creyéndonos que esta vez se equivoca. Pero no es así, volvemos a equivocarnos, y quizás no nos damos cuenta hasta pasado mucho tiempo, donde un día como hoy, algo hace chispa y logra esclarecer qué era aquello que no dejaba que los momentos fueran plenos, y ahora ya lo sé.

Los viajes, como todo en la vida, se compone de pequeñas cosas que siendo las correctas y unidas abren un mundo de sensaciones que te invade por dentro y por fuera, te llenan. Por desgracia, no siempre logramos identificar esa sensación incómoda que nos avisa que algo en la ecuación está mal.

Yo he tardado años en identificarlo, sé que volveré a esos lugares que me enamoraron el corazón y tendré algún día mi fotografía mental, esa repleta de sensaciones donde las otras veces me faltó.

Ahora lo sé, tiempo atrás solo fui exploradora de parajes, paisajes en blanco y negro con leves retazos de color que son las señales que marcan los sitios a los que volveré para terminar de engalanar con colores y sensaciones lo que se quedó pendiente. Esos lugares conocidos, ahora les pondremos magia, esa que aún no la creemos que sea posible, esa que vino de la mano de la casualidad, pero que ya sabemos que las casualidades no existen, esa en la que con las cosas imposibles que se encontró por el camino, realizó un puente perfecto entre los dos, billete para ese lugar lleno de casas de colores donde se respira tranquilidad e invita a ese paseo que será inolvidable, esa cena, esta vez solo para dos, llena de risas y charlas interminables. Ese abrazo eterno que dirá, ahora ya no falta nada.

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Te quiero siempre en mi vida.

No llamas nunca, y vienes siempre sin previo aviso. Sabes que tu presencia siempre es bien recibida. Sin embargo, no siempre vienes cuando se te llama, la desesperación de los momentos hace que te escondas en lo más profundo donde tan solo tu sabes que estas. Nunca te vas del todo, no obstante, es tan bueno tu escondite que haces sentir que desapareciste para siempre. Sin ti la vida en un sin sabor, momentos planos carentes de chispa, grises plomizos cual losa sobre la espalda, que se encorva y hace agachar la cabeza sin ganas de ver lo que tienes en frente, carencia de fuerza, automatismo constante de una vida que transcurre veloz ante una a falsa quietud.

Así es todo si tu no estás, porque eres temerosa de todo lo que no irradie luz, la oscuridad sabes que lo absorbe todo a su alrededor, solo con la fuerza que sale de lo mas profundo se puede combatir. Y no es fácil, encontrarte y retenerte muy cerca, pero una cosa es primordial, hay que desear con muchísimas ganas querer buscarte y no desistir en el empeño, aunque resulte frustrante emprender ese camino y que no sea de forma casi inmediata dar con tu escondite.

Es verdad que, si te paras a escuchar y a ser receptiv@, tu mandas señales de todas las formas posibles, sutiles como cuando haces aparición de nuevo, pero indudablemente ciertas, pues yo se que tu mas que nadie quieres estar de nuevo presente, que no te gusta estar escondida ya que esa no es tu naturaleza, no es tu misión.

Y un día, después de una búsqueda que tiene que ser constante, apareces tímida cual cachorro sorprendido en su refugio. Y lo vuelves hacer, vuelves a llenarlo todo de color, de aromas embriagadores que emborrachan los sentidos y te hace levitar el alma. Te vuelves mariposa revoloteando por dentro, allí donde todo es intensidad, lo malo y también lo bueno, donde no existen las medias tintas, donde todo se magnifica culminando en un gozo constante. Ese momento es para vivirlo, no para cuestionar cuanto durará, solo así se podrá disfrutar de tu compañía cautivadora.  

Ilusión, no te vayas nunca y si has de separarte, quédate cerca dónde pueda verte, donde siempre pueda sentirte.

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Impaciencia.

Va y viene mecido cual barquito de papel en un mar calmado, sin grandes movimientos, pero nunca parado. Así es la mente, mi mente, lucha constante ansiando una calma que le cuesta encontrar ya que la conciencia juez sin piedad, machaca sin cesar para que esa deseada quietud no sea posible.

Guerra incesante contra todo lo que quiere perturbar dicha quietud. Me paro, escucho lo que mi cuerpo pide y empieza esa tira y afloja. Muchos son los pensamientos que asaltan sin parar. Existen varios que siempre, o mejor dicho, desde hace unos meses, se instalaron en mi cabeza, son positivos, muy positivos, pero lentos muy lentos en llevar a cabo, en hacerlos realidad. Un muy buen amigo que se está haciendo importante en mi vida y que tenemos un café pendiente de tomar, me dijo un día que soy impaciente, y sí, tiene razón, pero ¿cómo no estarlo ante tantos acontecimientos nuevos y buenos? Ya de niña me impacientaba el estrenar unos zapatos, algo de ropa que me compraba mi madre, cualquier cosa nueva que sabía que era buena, hacía que mi cabeza no parara de dar vueltas ansiando que ese momento se produjera. Como no serlo ahora, si de niña sentía impaciencia ante cosas muy pequeñas y ahora lo que se presenta ante mi es el nuevo camino de mí vida.

Ese agotamiento mental que me hace estar decaída, cómo contarlo sin que te tachen que quejica o exagerada, porque no logran entender tu estado de ánimo y desde fuera se ve como algo superficial, sin importancia aparente. Pero a pesar de todo me siento muy afortunada por todo lo que me rodea, sé que todo tiene un propósito y las cosas llegaran solo cuando sea su momento.

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Cobertura y manos libres.

Antenas que en el momento menos pensado sintonizan emisoras destinadas a vibrar en la misma frecuencia. Miles de ellas mezcladas en un ovillo imposible de descifrar, increíble de conectar. Noche a la deriva sin un destino, sin una meta, tan solo dejándose mecer esa noche, una noche, una hora, un momento, una emisora… y todo se junta en ese instante en el que tenía que ser. Palabras que se sienten sinceras, risas que se mezclan con un interés de querer saber más. Una ciudad con historia que enlaza en la distancia y da pie al comienzo de un prólogo, el comienzo de una historia inesperada. Acaba de nacer un libro. Todo nacimiento es alegría en el alma y como tal así se presenta. Las palabras fluyen a una velocidad que cuesta seguir el ritmo.

Una historia pequeñita nace dentro de la historia, un juego de palabras que van fluyendo sin cesar desde cada punto de las frecuencias que se sintonizaron, baile divertido que comienza en un aeropuerto, y continúan con encuentros que marca el destino, no importa el tiempo, ni las circunstancias, lo que está destinado a ser se encontrará, por muy inverosímil que resulte todo, y es que así son los libros, un sitio donde todo puede ocurrir, ayúdame a buscar las palabras que yo pongo mis manos.

Todo nacimiento también lleva una espera que hace que en ciertos momentos te lleve a cuestionarlo todo, parones incomprensibles donde solo perdura la confianza, palabras sueltas que brotan en momentos inesperados, que no son sino toques de atención de ese nuevo libro que te dice que sigue vivo, muy latente y aunque evoluciona con otra medida de tiempo, sigue ahí. Te recuerda que lo que nace es porque tiene que estar, nada es casualidad, nada es azar.

Pendiente queda brindar con una copa de vino por el nuevo nacimiento, por el continuará, pendiente queda ese café para seguir dando forma a lo que está pendiente de ser.

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Una nueva luz.

Baile de sonidos, sensaciones que flotan, sentimientos que pululan sin rumbo provocando un aluvión de muchas más sensaciones que hay que archivar y no doy abasto ante tanta aglomeración, no es por falta de tiempo, más bien se trata falta de conocimiento, pues no se dónde archivarlo. Las cosas que empezaron con fuerza se aletargan y las cosas que entraron aletargadas toman impulso, la una parece nutrirse de la otra, aún estoy asimilando como puede ser eso posible, pero cierto. Como siempre mi impaciencia, esto que tanto tengo que trabajar, me juega malas pasadas. Sin embargo, nada de lo que me sucede es malo, todo lo contrario, todo son cosas buenas, será por eso que al no estar acostumbrada a ello, cuestione todo lo que me pasa.

¿Qué viene para quedarse y que viene para dar luz? segura estoy que me rodeo de señales que me lo marcan, más no logro ver ninguna y me frustra, y ante tal frustración más se cierran las posibilidades de verlas. Intento centrarme, abrir mucho los ojos, dejar que la corriente lleve su curso, ella sabe muy bien el camino. Pero es esta espera, a lo que está por venir, tantos proyectos que están esperando a que llegue su hora de eclosionar, todo me resulta tan nuevo y emocionante en mi vida, que mi cabeza no para de girar en todas las direcciones posibles. Dónde antes oía un ojalá ahora oigo un seguro, todo son palabras positivas a mi alrededor que intentan inflarme cual globo cuando notan que mi presión baja de su estado actual.

Una aventura que ya comenzó muy lentamente, un nuevo libro que cada página que leo me impacienta a un más de saber que pone en la siguiente. Una impaciencia difícil de controlar, una nueva vida por descubrir, una nueva vida que vivir.