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Arriesgar.

¡Arriesga!
Quien no arriesga no gana. Muchas veces, infinitas veces, nos vemos abocados al borde de un precipicio, sin paracaídas, sin visibilidad ninguna, sin arnés que nos sujete a algo aunque sea pequeño pero que nos dé un poquito de seguridad.

Nada, nada que te guíe, que te oriente, nada que te agarre. Solo tú, sola frente a todo, porque nadie puede darte esa seguridad infinita, no ante la vida. Con la vida no puedes jugar sucio ni hacer trampas. Es verdad que todo tiene su sentido, más el no saberlo causa vértigo. Aunque caerse es parte del camino, eso no quiere decir que no duela, porque duele, y en ocasiones mucho, pero ese dolor solo dura lo que le permitamos permanecer en nosotros.


Volver a levantarse, volver arriesgar. Esta vez apostaremos más fuerte, así será hasta conseguir ganar, porque si aún no has ganado, es que aún no es el final. 

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Deseo.

¿Es malo salir de nuestra propia cabeza en ocasiones? Querer tenerlo todo atado y controlado, puede ser bueno, pero no siempre es necesario, incluso diría que tenemos que darle tiempo de descanso a nuestra cabeza controladora y en esos momentos tan solo usar otros sentidos que tenemos olvidados. Perdemos oportunidades tan solo, porque no llevamos los deberes estudiados y machacados, y eso tan predecible, arranca la magia que nos trae algunas veces el destino.

Pero no es que no estemos deseosos de dar rienda suelta a nuestros deseos, es que somos demasiado controladores de nuestra propia vida y a la vez nos quejamos de serlo. O peor aún, no darse cuenta de que tenemos que tenerlo todo controlado y eso quita la magia a la vida, y ante ese cierre de ojos, no queda nada más que cruzar los dedos y que el Universo nos grite cada vez más fuerte hasta hacernos despertar.

Los años nos van curtiendo, nos hace valorar lo que realmente importa, unas veces aprendemos por las buenas, que se da en raras ocasiones, otras muchas por las malas, que estas vienen siendo más habituales. Sea como fuere, lo importante después de haber pasado toda una etapa por una criba, es vislumbrar el aprendizaje que nos queda en el fondo, y eso, señoras y señores, es oro puro para nosotros, para darnos cuenta que no todo se controla, ni debemos controlarlo todo, que la vida es para disfrutarla, sin tantos análisis sintácticos, en un mundo demasiado “cuerdo” volvámonos un poco “locos”.

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Enjaulados.

Cuando las jaulas no tienen barrotes más no dejan que vueles. Es cuando tu memoria retrocede y recuerda cuantos momentos perdidos, porque en dichos momentos no se vieron asaltados por la duda de que fueran a ser únicos en mucho tiempo. Más ahora la nostalgia se apodera por el peso que crea el haber pensado, que la libertad la tendríamos siempre. Pero llega esta pandemia para recordarnos constantemente con tantas subidas y bajadas, que lo que puedas hacer hoy, hazlo, pues mañana quizás ya no puedas.
Todo volverá a la normalidad, eso dicen, pero ¿cuándo? ¿Cuánto nos costará y cuanto nos está costando? Comentan que de todo esto aprenderemos, ¿seguro? No confío tanto en ello, pues la muestra la tenemos en estas montañas rusas en las que estamos inmersos. Ojalá tan solo nos hiciera a todos un poquito de mella para apreciar lo que realmente es importante, que volar es un lujo que no todos tienen.  

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La Sombra.

En un mundo donde nos pueden las prisas y no nos paramos a pensar en la repercusión que tienen algunos de nuestros actos. Gestos cotidianos automatizados, que realizamos una y otra vez, cadena incesante de acciones relevantes para todos pero que por el mero hecho de no ser impactante en ese mismo instante en que lo realizamos, nos pasa desapercibido , como una sombra, pero esta sombra  nos acecha, antes era silenciosa, prácticamente invisible a los ojos de los que no se paran, pues ya tienen en sus vidas, demasiadas preocupaciones para pensar y cambiar hábitos, que por un tiempo les hará, nos hará, la vida un poco más complicada.

Ahora no queremos complicaciones, solo facilidades para llevar nuestra vida. El problema es que aunque miremos para otro lado, la sombra no deja de crecer, y grita cada vez más fuerte, por boca de todos los animales, de los océanos, de la naturaleza…y ese grito un día inundará el planeta, y si llega ese día, ya no podremos callarlo. Ese grito que parece que es ajeno a nuestra vida, resulta que es en realidad la base de nuestra existencia, nuestro mundo, nuestra supervivencia. Somos lo que respiramos, lo que comemos, lo que manipulamos… y cuerpo, como vida, solo tenemos una, ¿acaso no es suficiente motivo para pararnos?

Donde ponemos complicaciones innecesarias, pues tendemos a no ver las cosas de una manera sencilla, ya que muchas veces tan solo ese hecho nos crea incredulidad, ¿Por qué no introducir poco a poco, pautas?, ahora nos resultan fastidiosas pero que ya las hacíamos muchísimos años atrás de una manera normal. Un granito de arena puede convertirse en grandes playas. Muchos son ciegos ante tales circunstancias pero el mero hecho de verlas en otro, hace desaparecer esa ceguera. Seamos ese comienzo que otros quieran seguir.

Mirar por el planeta, es cuidarnos a nosotros mismos, y  ante eso no hay nada más importante.

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ES.

…en medio de todo ese ruido creí verte, la calle, abarrotada de gente que lleva su propio camino, sus propios problemas, como yo, sin pararse a mirar fijamente, con la mente ocupada en lo que tienes planeado hacer en ese momento, más una imagen fugaz se cruza ante mí. Tardo en reaccionar, pero algo en mi interior me avisa, y es entonces cuando me parece oír tu voz. Mi cabeza no asocia que eso que me ha puesto en alerta pueda ser.

Sin embargo, tengo que pararme y darme la vuelta para cerciorarme si es o no verdad que estás detrás de mí, y mi corazón, por decimas de segundo se para, mis ojos te recorren de arriba abajo sin dar crédito a lo que ven, estas ahí, frente a mí, y la ciudad donde antes era ruido y bullicio, se vacía solo para nosotros, y el tiempo se detiene, estamos solo tu y yo. Tus manos se enlazan con las mías, tu boca frente a la mía…     

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VIDA.

Cuando la vida te da toques, de esos que te dejan en la bifurcación de dos caminos.


Uno de ellos es cómodo, fácil aparentemente, se dan todos los clichés que se supone que tiene que tener un camino. El otro es incierto, grandísimas curvas te impiden poder ver que sigue a continuación, apenas se deja ver con claridad, a simple vista, no tiene nada de lo que supuestamente ha de tener un buen camino. Sin embargo, un sexto sentido te empuja a seguir el camino más angosto.


¿Lanzarte a lo que parece el vacío o tomar el acomodo de un sendero sin curvas?
Toda decisión conlleva su riesgo, y pisar sobre lo fácil es pisar sobre seguro, pero ¿Qué es mejor? ¿Un camino recto sin emoción, o uno con curvas imposibles?
La vida es riesgo, y las curvas hacen que nos sintamos viv@s, más que importa lo largos o cortos que sean esos caminos si nos aporta «vida», esa vida que sentimos fluir por todo nuestro cuerpo, que nos hace ser director de nuestra propia orquesta, donde sentimos cada nota que se produce, porque dejamos que se expanda el sonido sin miedo a que no vuelva a sonar, tan solo disfrutamos ese momento.


Tod@s necesitamos dejarnos sentir cada nota que se produce en nuestro interior, sin miedo a nada, porque eso, todo eso, es vida. 

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El reflejo.

Mira bien que es lo que te molesta del otro y descubrirás lo que tienes que cambiar en ti.
Surrealista, ¿verdad? ¿Cómo vamos a llegar a pensar que cuando algo nos molesta de la otra persona, en realidad es un reflejo de algo que tenemos que cambiar en nosotr@s.?

Cuesta analizarse a un@ mism@, no es que nos creamos perfect@s, la mayoría no lo hacemos, pero sí que todos, o la inmensa mayoría, creemos que cuando algo no nos gusta de la otra persona, es sin duda su culpa. No solemos pararnos, y mucho menos si la cosa llega a enfado, en dar la vuelta a la situación y preguntarnos, ¿por qué me molesta tanto? La primera respuesta suele ser muy rápida, casi sin pensar, pero si volvemos a formular la pregunta, frente a un espejo, pensando que no es tu vida, sino que eres mero espectador y analizador de una escena que no te atañe, entonces la cosa cambia, desde aquí, ya si, desde el otro lado de la barrera donde eres «otr@», puedes vislumbrar la raíz del porqué. En muchas ocasiones las respuestas no son bonitas, pero como en ese momento nos encontramos al otro lado, poco importa que lo sean o no, estamos siendo realistas. Analizando cada detalle y buscando la base, llegamos al punto que nos hace saltar, y ese es el punto que tenemos que modificar, si lo queremos arreglar, lo cual sea como fuere lo deberíamos hacer, pues no hay nada más importante que nuestro propio ser.

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Sin nombre.

En el fondo buscamos tod@s lo mismo.
No hay nada tan poderoso como enamorarse, ese estado puede llevarte a un plano que sin ser tangible puede llenarte por completo o hundirte hasta el fondo.


Un sentimiento que hoy en día no queremos ponerle nombre, ¿acaso nos asusta lo que eso significa? Sin embargo, queremos alguien que desee darnos un beso de buenos días pese a no llevar la mejor cara, que comparta contigo esa mantita en el sofá, que solo con mirarte o escucharte, sepa a ciencia cierta que algo te pasa, que no estás bien, que no seas lo que le falta para llenar un hueco, sino que seas la persona que sin necesitarla quiere que formes parte de su vida, de tu vida.


Tod@s necesitamos alguien que nos quiera para toda la vida, aunque no queramos ponerle nombre. 

Feliz San Valentín!

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Un cuento.

Se  está  orquestando un cuento, donde ahora es un susurro nada más, con su baile que apenas acaba de comenzar, con pasos como leves caricias, pues los zapatos son de cristal, frágiles, más nunca débiles, ayudan a ejecutar una danza que hipnotiza a quien se atreve a mirar.
Shssss, no lo cuentes, pues la envidia puede aflorar, en corazones afligidos que no pueden bailar.
Como en todo cuento que se aprecie, nunca ha de faltar, un cazador, un lobo, una manzana, una rueca donde hilar, o como en cuentos más modernos, una pandemia quizás.

Todo resulta perfecto, aunque de muy cerca apenas se puede apreciar, sinfonía de notas hiladas entre si, con un gusto exquisito tan difícil de conseguir. Personajes en escena jamás puestos por casualidad, hasta una leve sonrisa, una palabra, está donde debe de estar.

Por eso shssss, no lo cuentes, tan solo déjate llevar, por esa melodía tejida solo para ti, para hacerte brillar.

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QUERER Y DESEAR.

La fina línea entre desear y querer.
¿Qué es lo que más tendemos hacer? ¿Deseamos primero y como consecuencia terminamos queriendo? O, por el contrario, ¿queremos y luego nos damos cuenta que
lo estábamos deseando?

Cuando deseamos algo, sea lo que fuere, surge dentro de nosotr@s, una fuerza que se instala sin previo aviso, que en muchas ocasiones nos taladra la cabeza constantemente como si fuera nuestro único pensamiento. Se hace mucho más persistente el hecho de que lo que deseamos sea factible, dado que desear inmensidades hace saltar un poco nuestros interruptores de…baja a la tierra, y nos deja esos deseos vagando en una nube, y tal cual, se van moviendo sin rumbo con la suave brisa que provoca nuestra imaginación.
Pero esos deseos que sabes que puedes conseguir, que algunos puedes incluso llegar a tocarlos con la punta de los dedos. Esos son machacones, esos son los que se hacen con el control de tu cabeza y no consienten ser sustituidos, ya que el mero hecho de saber que son alcanzables te pone en modo soldado- aventurer@, para lograr lo que solo rozas con los dedos. ¿Pero, acaso esto será bueno? ¿Bueno para nuestra salud, nuestra salud mental? Porque el agotamiento físico sabemos cómo quitarlo, pero y el que cansa sin movernos, ¿ese cómo lo paliamos?

También tenemos el querer, este tiene como más peso, pero no siempre nos viene el pack completo. Deseamos algo y luego lo queremos, pero en ocasiones el querer es la consecuencia de algo repetitivo que a base de ser presente terminas cogiendo cariño incluso queriendo. Es lineal, más estable que el desear, también muy placentero, te hace saltarte la parte de la ansiedad y la impaciencia que produce el desear, aunque eso supone también quitar la pimienta que eso le otorga.

Y, ahora bien, ¿qué eres más, soldado-aventurer@, o prefieres quitar la pimienta que eso da?

¿Acaso podemos desear sin querer, o querer sin desear?