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Paella.

Aquí os traigo una paella deliciosa de la novela «Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión», el arroz como en cualquier receta es un poco difícil de pillar el punto, y de que no quede pasado. Pero con un poco de práctica iréis pillándoselo.

Manos a los fogones….


Dificultad: Media-Alta ( es más que nada por el punto del arroz como ya os dije)

Ingredientes:

  • 2 dientes de ajo.
  • 1/2 cucharadita de pimentón.
  • 4 cucharadas de tomate rallado natural.
  • 200 gr. de judía verde plana.
  • Medio pollo troceado.
  • Medio conejo.
  • Arroz bomba. (medida 1 tacita de café por persona)
  • Garrofón (judión grande)
  • unas hebras de azafrán.
  • Colorante alimentario.
  • unas ramitas de romero fresco.
  • Sal.
  • Aceite de oliva

En una paellera con un poco de aceite de oliva, ponemos a dorar las carnes previamente cortada a trozos, hasta que tomen un color dorado.

Retiramos hacia el exterior de la paella la carne doradita y en el centro vamos poniendo la judía verde previamente cortada en trozos. La doramos.

Separamos la judía a los bordes de la paella y en el centro ponemos primero ajo muy picado, a continuación el pimentón y por último el tomate rallado.(Cuidado con el pimentón que no se os queme ya que tarda nada). Sofreímos todo bien. Aún no ponemos nada de sal.

Medimos el agua, 2 tacitas y media por una de arroz.

Ponemos el agua que hemos medido previamente y con un palillo lo introducimos en mitad de la paellera y vemos que hace una «MARCA», o bien en lugar de un palillo fijáis una marca en el mismo recipiente. .(esto es muy importante que lo hagáis ya que sino luego no sabréis cuando poner el arroz).

Una vez fijada la «marca» cubrimos con más agua hasta casi el borde. Dejaremos cocer y reducir hasta que baje el agua al nivel de nuestra marca. En este momento añadimos el garrofón cocido ( si es fresco se puede sofreír con la judía verde, pero si es congelado no, ya que se le desprendería la piel).

Ahora es cuando añadimos la sal y el colorante. Después ponemos unas hebras de azafrán. Y añadimos el arroz. 

Dejamos a fuego fuerte durante 5 minutos,  bajamos pasado ese tiempo y lo dejamos 15 minutos más aproximadamente. Hasta que oigamos crepitar el arroz. En este momento ya no quedará nada de caldo. 

Lo retiramos del fuego ponemos encima unas ramita de romero y lo dejamos reposar durante unos 3 o 4 minutos.

Esta es mi manera de hacer la paella, la de la foto fue realizada a la leña, esa cuenta más controlar el fuego pero claro el sabor también es mucho mejor. 

No obstante en casa hacemos a menudo y salen riquísimas igualmente.

Espero haber sido todo lo clara posible con lo de hacer una marca, de  todas formas si tenéis alguna duda no reparéis en preguntarme que yo estoy encantada de poder ayudaros.

NOTA: Si veis que pasado el tiempo estipulado el arroz aún le falta un poco, NO le añadas más agua, tan solo retíralo, tápalo y déjalo reposar así. El mismo calor que tiene hará que termine de hacerse.

 

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Se prohíbe alojar criaturas desvalidas en el cobertizo de la pensión.

Así se llama uno de los capítulos de nuestra novela «Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión».

Nos ponemos en situación…

Cecilia nuestra protagonista, junto con el constructor, acaba de ver que la casa d

e sus abuelos tiene un okupa, asustada ante semejante percal y antes de que pudiera sacar el móvil para llamar a la policía, «….. un chico enorme acababa de cruzar el jardín y los contemplaba boquiabierto. No tendría más de veinte años, era negro como el ébano, el blanco de sus ojos amarilleaba y estaba sucio. Sucio y cubierto de polvo…» «…-no hago daño- dijo el chico con su acento suajili…». Ella sin saber muy bien porqué ese chico le inspiró una súbita ternura. Le daba mucha pena. 

El constructor viendo la cara de boba que se le estaba poniendo a Cecilia, decidió advertirle que no se podía fiar de esa persona pues igual saca un cuchillo y la mata. Aun así la mirada del joven, la enternecía. 

Decidió tomar una determinación, la menos recomendable, pero a fin de cuentas cuando tomó la decisión de casarse con su marido resultó ser una decisión desastrosa. Ahora tomaría las decisiones con el corazón, sin tanto razonamiento, «…que me apetece llorar, pues lloro. Que me apetece gritar, pues grito. Que me apetece refugiar a un inmigrante ilegal, subsahariano, potencialmente peligroso, procedente de un país en el que la vida no vale nada, pues lo refugio…» Y así es como decide que se quede en su cobertizo mientras dura la restauración de la casa y luego ya se verá. Justice, el okupa, se relajó y sonrió. 

«…oye Justice -dijo Cecilia- ¿Tienes hambre?  -Hambre sí. Mucha.  – Pues vamos a comer…»

Y así, la peculiar pareja se fue a comer a un restaurante cerca de la casa de los abuelos. Justice devoró un buen plato de paella, un chuletón de Ávila y como postre un flan de huevo. «…Hasta que no tuvo la barriga llena no se decidió a contarle su historia a aquella desconocida desaliñada que acababa de convertirse en su casera…»

Y aquí es donde nos quedamos para preparar unas deliciosas recetas, de primero una riquísima paella, y de postre un flan de huevo muy fácil de preparar.

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Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión.

Pedazo de título ¿verdad?, un tanto largo para lo que suele ser lo «normal».

Esta novela que os traigo hoy os hará sacar una sonrisa que en tantos momentos tanta falta nos hace. Su autora Mamen Sánchez, es además de escritora, periodista y tiene muchas más publicaciones tales como La felicidad es un té contigo, Agua del limonero…….

En la novela de hoy trata de las superacion personal, Cecilia Dueñas, que así se llama la protagonista de nuestra historia, trata de superar un divorcio. Para esto lo primero que hace es trasladarse a casa de los abuelos, la cual lleva abandonada hace años y está en peores condiciones de lo que ella imaginaba.

Esto no la echa para atrás, todo lo contrario, la restaura, (como hará con su vida), y la convierte en una coqueta pensión para mujeres jóvenes estudiantes y sin hijos, con la principal norma de «no se admiten hombres en casa»(norma que «rompe» ella misma antes casi de empezar a restaurar semejante sitio) . Un montón más de reglas un poco diferentes, las cuales, ¿serán capaces de cumplir, tanto ella como sus variopintas inquilinas?

Reseña de Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión
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